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Comencé jugando en la plaza del pasaje de mi casa, siempre al arco. El lugar era muy irregular: con maicillo, soleras, un poco de pasto, tierra, piedras, desniveles y montículos que hacían imposible asegurar el trayecto del balón. Pero eso me encantaba porque había que reaccionar rápido. El otro recuerdo que tengo marcado en mis inicios es con la familia de mi padre, todos azules de corazón y flamantes futbolistas amateur con mucha pasión. Yo era el más chico de todos por lejos y siempre me mandaban al arco, pero ahí con mis primos grandes y defendiendo esa línea de gol entre dos bultos era el mejor lugar donde yo podía estar. Después almorzábamos rápido y partíamos casi siempre caminando al Estadio Nacional para ver a nuestra querida Universidad de Chile. Así nació mi pasión.

Toda mi vida he vivido el fútbol defendiendo los tres palos. Si tengo que decir dos ídolos de este deporte, sin pensarlo mucho están: Peter Schmeichel y Sergio Bernabé Vargas. De ellos, creo haber aprendido lo importante que es leer el juego, prever el desenlace de las jugadas y siempre tratar de anular el ataque del rival manteniendo comunicación con mi equipo.

Estudié en el Colegio Manquehue y formé parte de la selección de fútbol de manera intermitente, a veces, producto de mi conducta. Yo comencé a jugar en ligas de fútbol amateur a los 15 años. Me invitó el hermano grande de un compañero al equipo «Castaños» de la Liga Vitacura en 1994. En ese tiempo tenía 14 años y me parecía increíble jugar con gente más grande.

La mayor parte de mi vida alrededor del fútbol competitivo ha estado marcado en las ligas de fútbol amateur y universitario. Fui el primer capitán de la selección de la Liga San José en 2003. Creo que el mayor logro personal en el contexto liguero fue ganar la Liga de Campeones, en junior y senior, en un mismo año, con distintos equipos, y fui elegido el mejor arquero en ambas categorías. Fue con USM y Charrúa. Para mi lo de Charrúa fue muy especial porque estaba cubriendo el lugar que dejó un grande de ese club.

Cocodrilo es parte de mi vida. Debutamos en cancha en 1999, el mismo año que nació mi hijo Lucas, que desde los 6 meses me acompaña a la cancha. Ahí se armó un vínculo muy especial entre el fútbol, Cocodrilo, y mi hijo. Sabía que debía perdurar ese vínculo en el tiempo y, que ojalá otros pudieran vivir lo que estaba comenzando a experimentar. Solo teníamos que ser perseverantes. Por eso comencé a tomar la organización de la institución y de ahí no he parado. Lucas, mi hijo, debutó a los 14 años en Cocodrilo y desde entonces yo juego en cualquiera de las tres series cada vez que el Club me necesita. Han pasado 21 años y ahora somos muchos los que llevamos a nuestros hijos a la cancha para que disfruten de la Liga San José y el equipo. Esto, me da mucha alegría y satisfacción.

Sobre este extraño 2020 creo que lo más importante es cuidarnos y tratar de ser mejores personas una vez que termine la pandemia. Después, espero volver a ponerme la camiseta de Cocodrilo y seguir apoyando en todo lo que se pueda a la institución. Debo mejorar mi genio dentro de la cancha y tratar de fortalecer la vínculos entre las series para que seamos cada vez más unidos.